lunes, 12 de abril de 2010

Mierda. Eso es lo que encuentro muchas veces en la oficina donde trabajo. No la piso, no la huelo, no. Llegan en forma de personas a embarrarte con sus palabras. Es increíble la gran cantidad de caca que la gente envidiosa puede generar por dentro y luego botarla mediante una diarrea de palabras llenas de mala onda. Así como un amigo dijo la vez pasada, “ese edificio está lleno de las enfermedades más raras que he escuchado, tienen que salir de ahí cuanto antes”. Yo tampoco había escuchado tanta cosa rara hasta que llegué ahí. Y eso se debe a que muchos tratan de hacernos comer mierda con sus delirios de grandeza. Tampoco (y eso que me jactaba de tener un círculo sui generis) había conocido gente tan pero tan rara. Cada uno es un caso más particular que el otro. Cuesta mucho creer que gente que tiene las mejores bases en cuanto a estudios y cultura (supuestamente) pueda expresarse así, pueda obrar con tan poca ética y pueda llegar a contagiar a otros con su mala semilla, como regarlos con sus comentarios fétidos y malolientes y lograr que toda una serie de cubículos (o little boxes) apesten en serie. Es tan contagioso que tengo que pararme e ir hacia otro lado para no embarrarme. Salpica. La malarrabia. El vómito.

Prefiero ser ignorante de muchos temas a tener ese ego tan grande y tan maléfico. Prefiero seguir siendo the little idiot a ser un gran cerebro vacío de integridad, buenas costumbres y pocos conocimientos de lo que es ser un SER HUMANO. Prefiero pensar que toda persona que se equivoca pronto será una caja llena de sorpresas, que tiene una oportunidad más, que es una tabula rasa absorbiendo conocimientos. Prefiero no juzgar, no por el simple miedo de no querer que me juzguen a mi, sino porque todo regresa y yo no soy quien para hacerlo... ¿porque cubrir nuestras frustraciones viendo y hablando mal de la paja en el ojo ajeno? . Prefiero no llenar mi boca de palabras que solo hacen daño. Si para ellos el ser “profesional” es solo discrepar, negar e insultar el trabajo del otro, entonces prefiero seguir siendo una simple persona sin cargo ni grado, tan solo llevar conmigo, orgullosamente bajo la piel, mi título de PERSONA.